Un buen abogado debe siempre intentar evitar el pleito, tratando de resolver las controversias que se puedan plantear, en primer lugar, fuera de los tribunales.
Por eso, nosotros intentamos asesorar a nuestros clientes, antes de que surja el problema y, si podemos evitar su aparición, lo hacemos. Es decir, intentamos practicar la «medicina preventiva», en lugar de la «curativa».
Ahora bien: si no podemos evitar la aparición del conflicto, nuestra primera actuación va siempre dirigida a resolverlo en vía amistosa, tratando de evitar el pleito.
Y si, finalmente, hemos de acudir a los tribunales, procuramos hacerlo con las mayores garantías posibles de éxito para nuestros clientes, informándoles de los posibles riesgos que la actuación judicial puede llevar aparejados.